Soltar

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Hoy estaba leyendo un artículo en Internet sobre cómo ser feliz y una de las claves que daban era soltar lo que no te hace feliz, dejarlo ir. Otro era perdonar. Supongo que, al final, ambos están unidos ya que al perdonar dejas ir el rencor, lo sueltas, y acabas perdonándote a ti misma.

Lo que no decía en ningún momento, es que debes empezar por soltarte a tí y que esta es la parte más difícil. Perdonar a quien te hizo algún mal es mucho más sencillo, olvidarlo es un poco más difícil; pero contar a quien quieres por qué eres como eres, ir sacando una a una las piedras de la mochila y decir qué surco te dejo, eso es más difícil que escalar el Everest, es desnudarse sin ropa. A nuestro favor diré que no es sólo culpa nuestra, a lo mejor es que si no excavamos un poco no sabes de donde viene ese surco que nos hizo tener la última llorera (ojo, que llorar no es malo, pero siempre que sea reparador). Y cuando empiezas a hurgar duele, duele mucho, porque llegas a momentos que no recordabas o a los que no diste la importancia que debían mientras surcaban tu carácter.

Cuando empiezas este viaje hacia dentro intentando entender por qué eres así, llega un momento que chocas con la realidad, ves la luz, y lloras. Comprendes que para poder soltar y perdonar, es necesario que digas a tu gente qué hizo esa piedra y, curiosamente, ya no es difícil decirlo. Te morirás de vergüenza, pasarás un mal rato, y después te entenderán o no, pero al menos ya lo has soltado.

Es como decir que no, al principio cuesta, sobre todo con los que más quieres. Pero una vez empiezas a hacerlo, va costando menos y vas ganando paz.

Y al final, lo que empezó con un tonto artículo de Internet, puede abrirte el camino a la ¿felicidad? (o, al menos, un intento) en tu vida.

Mi llorera fue que no fueron partícipes de mi ilusión el día de Reyes; mi piedra es que cuando era pequeña, era el único día que era niña de verdad, que era totalmente feliz. Mi surco es que me gusta hacer a los que quiero tan felices como era yo ese día y que vivan un poco de ilusión y alegría.

Mi otra piedra fue la incomprensión y su surco fue la introversión y la necesidad de explicarme mucho para evitar silencios incómodos y que lo que digo está fuera de lugar. Pero esta piedra da para otra entrada y, de momento, parece que la ligereza (junto con el sol de este momento) trae un poco de motivación para empezar nuevas rutinas (¡quien sabe si hasta salir a correr cada día!).dejar-ir

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