Sobre la sexualidad femenina

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Hace poco que empecé a ver una serie recomendada por una amiga. Trata sobre un estudio que se llevó entre los 50 y los 60 sobre sexualidad desde un punto de vista médico: aumento del pene durante la erección, cambio de color de la aureola del pezón e incluso cambios de la pupila (esto no lo explicaré aquí porque los hombres podrían saber demasiado y, como dice uno de los personajes: “toda persona que tenga una vagina, ha fingido un orgasmo alguna vez”).
En un momento dado, el médico que encabeza el estudio está presentando los resultados ante sus colegas. Mientras habla de los hombres no pasa nada, todo es alardeo sobre el tamaño de sus penes y bromas a respecto (si eso fue realmente así, alguien debería haber dicho: “dime de qué presumes y te diré de qué careces”). Eso si, en cuanto empieza a hablar de qué ocurre con la mujer, las caras cambian. Para empezar, lo ilustra con un video desde dentro de la vagina (puaj, que palabra más fea) y para continuar, solo se le ocurre decir que en el sexo es la mujer quien tiene ventaja, porque puede ser multiorgásmica y el hombre no. Entonces le apagan hasta el proyector y le llaman todo tipo de improperios. Qué triste es pensar que en el 2015 seguimos prácticamente igual.
Vaya por delante que no soy médica, ni sexóloga, solo curiosa y sin pudor a la hora de hablar o informarme sobre estos temas. Por eso me llaman la atención diversos estudios que dicen que todas las mujeres somos, por naturaleza, multiorgásmicas. Quizás haya muchas mujeres que afirmen que serlo es imposible, pero quizás es porque entendemos el multiorgasmo de forma errónea: quizás con esta afirmación los expertos hacen referencia a que las mujeres podemos sentir orgasmos clitorianos, vaginales e incluso uterinos, sin olvidar que en función de cómo “se ataque” a dicho punto, las sensaciones cambian. Resulta evidente, por tanto, que si actuamos como conejitos es prácticamente imposible alcanzar varios tipos de orgasmos e, incluso, uno solo y la respuesta es sencilla: falta de tiempo (suelen ser rapidillos, como los de los conejos, valga la redundancia) y falta de estimulación. En cambio cuanto más se estimulen las distintas zonas, más fácil será alcanzar el clímax en las distintas zonas, haciendo que nuestro cerebro llegue al clímax. ¿Cómo hacer esto? Cada cual es libre de experimentar: chicas, anímense a la autoexploración y a descubrir cual es su punto mágico, en buscarlo está parte de la diversión. También es cierto que si se hace en compañía, la confianza, seguridad, intimidad y, en definitiva, la relación que se tenga con la otra persona puede ser esencial.
Hace unas líneas llegaba al punto clave del orgasmo femenino, el cerebro. No vamos a echarle toda la culpa de la falta de orgasmos a nuestros compañeros de juegos, no sería justo. La realidad es que si nosotras mismas no ponemos de nuestra parte, va a ser imposible alcanzar si quiera un orgasmo. En ese momento en que entre el placer y su ausencia solo se interpone nuestra mente, está claro lo que hay que hacer. Tenemos que dejar nuestra mente en blanco, centrarnos sólo en disfrutar, en sentir desde el dedo que recorre la espalda hasta los labios que se posan en el ombligo y, a partir de ahí, dejarse llevar por el río de sensaciones.
Esos momentos no son para los prejuicios ni los tabúes. No por disfrutar con el sexo se es una puta (perdón por la expresión, pero es lo que muchas piensan); no es algo sucio en ninguna de sus variantes: chico-chica, chica-chica, chico-chico, uno mismo, varias personas. Estos son los clichés y los pensamientos que la “humanidad” se ha empeñado en inculcarnos durante siglos: el hombre puede disfrutar con el placer, para la mujer sólo puede tener fines reproductivos. Para muestra, un botón: la ablación del clítoris en varios países para que así la mujer sea incapaz de sentir placer a la hora de tener relaciones sexuales, solo siente dolor. La naturaleza no es estúpida y nos dio a las mujeres de la capacidad de sentir placer mientras nos insertan un trozo de carne en nuestra parte más sensible (dicho así, el sexo no parece tan divertido, lo se). De hecho, el clítoris es la versión femenina del glande, lo que debería servir para que los hombres entiendan la crueldad que supone su ablación. A quienes siguen emperrados en mantener esta sangría deberíamos preguntarles, ¿os cortamos a vosotros el glande con una cuchilla para que lo entendáis mejor?
Quizás por esta misma razón, palabras como clítoris o vagina o incluso sexo, orgasmo y masturbación cuando hablamos de mujeres, son casi tabúes, parece que no está bien visto decirlo abiertamente. Eso si, Torrente puede decir en cinco películas: “¿Nos hacemos unas pajillas?” y España entera le ríe la gracia. ¿Os imagináis si en vez de Torrente lo dijera su homóloga femenina? Imposible de imaginar, no habría pasado de la primera película. Otro ejemplo, las bromas con la famosa saga de “50 sombras de Grey”, que dicen que hasta en su adaptación parece una historia más de amor (debo decir que ni he leído los libros, ni visto la película). Cómo es una película de temática erótica para mujeres, ¿hay que suavizarla? Por no hablar de las bromas que circulaban sobre inundaciones en el cine o asientos con vibradores. No recuerdo bromas de estas con “Instinto básico”, ¿será porque es una película más dirigida a hombres? Una forma sutil aunque efectiva de coartar la sexualidad femenina como género: ¿mujeres y material erótico? Se hace burla y ellas no se van a atrever a consumirlo por no quedar en ridículo.
Siendo retorcidas, podríamos pensar que hay una especie de confabulación masculina para apropiarse del campo sexual. No van a reconocer que en este sentido les llevemos una ventaja: contar un 3-1, por ejemplo, en cada relación debe dar algo de envidia. Pero no creo que exista esta conspiración, hay compañeros de aventura que no merecen ser englobados ahí, de hecho, es una pena que no puedan sentir tantos como nosotras. En cambio, hay otros que no merecen sentir ni el suyo, ya que después de que nosotras logremos dejar a Meg Ryan como aficionada, lo que deberían hacer es conocer nuestros pensamientos durante el acto: “a ver si termina de una vez, que tengo que pintar el techo” (en esta categoría, mis favoritos son los que se miran al espejo y se excitan con su propia imagen, son tan tristes…).
En definitiva, no pretendo entrar en una guerra de sexos sobre este tema, si no animar a las mujeres a vivir su sexualidad con libertad, sin tapujos, no hay nada malo en ello y tenemos la obligación moral de conseguir que todas las mujeres del mundo consigan hacerlo, por encima de costumbres rancias y religiones machistas.
Para terminar con un buen sabor de boca, un consejo, tanto para hombres, como para mujeres: la única forma de alcanzar un gran clímax es dejándose llevar, disfrutando de cada caricia, cada roce, del acto en si, pensando sólo en las sensaciones que sentimos.

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